No existe un lenguaje capaz de
describir todos los acontecimientos ocurridos en Europa los últimos años.
Nuestra identidad está ligada inexorablemente a la identidad del conjunto
europeo. De este modo, como un castillo de naipes, si un pueblo cae, todos
caerán.
El último eslabón de esta cadena
de precipitaciones al vacío de los pueblos de Europa, es, muy a nuestro pesar,
un puzle hecho a martillazos, es decir,
España. Sus gentes, habitantes, ponen de
manifiesto la antigua obra de Darwin pero en un proceso totalmente inverso. Si
por inverso nos hace pensar en retrotraernos
hacia el hombre de Neandertal, al menos tendríamos una estructura física
combativa y no unos alfeñiques amanerados como los que deambulan actualmente.
Si bien esto nos hace pensar en
nuestro porvenir, hemos de señalar ya una fecha concreta para nuestra desaparición
como pueblo, que desde aquí fijamos en no más de 30 años.
Antaño el hombre ante un cambio
de dimensiones drásticas, ya sea una tiranía, una invasión o cualquier otro
suceso de tal envergadura, no vacilaban en actuar para invertir el suceso y
volver al estado normal de las cosas. El concepto de revolución tal como
entendimos en otro artículo, volver a girar, los 360 grados del círculo, el
retorno al principio.
Ahora bien, criticado hasta la
saciedad, el concepto de revolución que se tiene hoy en día es algo totalmente
denostado, menoscabado y corrompido. Las masas,
no actúan de manera racional en consecuencia a los daños sufridos por
las terceras personas que controlan el mundo, más bien al contrario actúan en
detrimento del común, cual bufones en un
espectáculo de la corte.
Pensemos brevemente en los
sucesos acaecidos en los últimos días. Ingentes cantidades de gente,
abarrotadas plazas, el preludio de lo que podría ser un suceso excepcional y
totalmente revolucionario, convertido en un jardín de infancia. Cánticos
afeminados, consignas amaneradas…. Todo ello con el afán de ¿derrocar al
gobierno?
Si los burgueses alienados
revolucionarios que tomaron el poder en
la Francia del siglo XVIII se hubieran limitado a estar en las plazas, sentados
y con las manos alzadas…. ¿Realmente hubieran conseguido algo? En absoluto, ni
aun teniendo detrás a maravillosos titiriteros financieros como tuvieron.
Desde luego no eran carcajadas lo que Luis XVI tenía por costumbre en ese momento, no diríase lo mismo de nuestro monarca...
¿Alguien piensa en los Germanos
momentos antes del asalto a Roma sentados pacíficamente ante el Emperador
pidiendo a éste su dimisión entre
cánticos, opio y demás sustancias? Nuevamente no, no y no.
La masa inerte de corderitos
actúa consecuencia directa de su corrupción interna y de su putrefacción
anímica. No es pues menester acompañar cánticos o correrías ante una policía
desnaturalizada y aprovechada de la delicadeza de las masas, que ante un golpe
huyen despavoridos cual estampida de bisontes.
Si un pueblo se quema, éste apaga
el fuego. Si un pueblo es oprimido, éste actúa en consecuencia.
Numerosos son los que creen
actuar análogamente a Mahatma Gandhi con
su revolución pacífica, pero… ni estamos ante un caduco imperio colonial inglés, ni mucho
menos contamos con una homogeneización social
dispuesta a todo con tal de obtener un fin concreto. Por otro lado, no
pocos sabrán que lo que consiguió Gandhi fue pacífico, pero de un modo
relativo, pues numerosas personas murieron en esas reivindicaciones. El propio
Gandhi sufrió golpes y hasta prisión, por no decir que fue asesinado poco
tiempo después de su “triunfo”.
Es pues lícito terminar el
artículo haciendo alusión al título del
artículo “Réquiem por Europa”.
Ahora bien, entonemos el Dies Irae y dejemos de ser unos
mojigatos consentidos.
Salve et Victoria!
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