El amor, como la guerra, se alimentan de las diferencias; mientras en el primer caso existe la falta de un algo que la otra parte le ofrece, en el segundo ambas partes tienen o quieren lo mismo y pelean en consecuencia por ello.
Uno solo necesita y desea lo que no tiene, esa es la base de la atracción. Ese deseo está basado siempre en esta necesidad de todo Ser de completarse.
El programa del “Amor” es completarnos; así mismo lo es el de la Guerra.
El Amor se ha reducido a un término que evoca en exclusiva el plano de las emociones (¡que también!), pero estas no son sino una parte de nuestro ser Total.
¡Las emociones mandan todo! Y no solo se abusa de este plano, sino que además se lo utiliza de forma chabacana, descuidada y barata. Sentimentalismo, revistas del corazón, emociones rápidas, preferentemente enlatadas, relaciones de usar y tirar, todo ello conforma el “Fast food” del emocional.
A río revuelto, ganancia de pescadores, no lo olvidemos, el plano emocional es la mejor base para la manipulación de las personas y son muchos y muy oscuros los poderes empeñados en impedir que los individuos seamos libres.
Hoy el hedonismo es la religión de casi todos, pero del esfuerzo nadie quiere oír ni hablar. El hedonismo bien entendido sería en todo caso una conquista, una decisión cuando uno tiene el poder y el conocimiento para responsabilizarse por los dorsos que cada acción implica, ¡pero hoy nos lo han hecho “derecho”!... así nos va…
Antes, estas cosas se terminaban por aprender de forma natural en el roce con la propia rudeza de la vida en la naturaleza, pero la educación actual, la ideología imperante y las condiciones de vida, no facilitan algo tan básico como esencial; hay que hacerlo en un “manual”, porque el “automático” ya no sirve y encima es andar contracorriente.
La visión del Amor de los jóvenes (¡y la de muchos no tan jóvenes!), está en los extremos, y es cuando no blanda y rosa, totalmente cínica y descreída. Los enfoques van pues del sentimentalismo barato y las pasiones Express, a la negación total.
El Amor es algo muy grande y poderoso para ignorarlo o minusvalorarlo. Más allá de las propias experiencias de cada uno en el plano emocional, no ser capaz de comprender la importancia del Amor, en su más amplia concepción, es una deficiencia similar a la de una gran minusvalía; esto, para quien así lo vive, es una absoluta calamidad, un desastre que le convierte en un ser eternamente cojo, pues dos son las piernas que nos llevan por el “Camino”, la una de Eros, la otra de Eris…
Frecuentemente el amor entre hombre y mujer se confunde con pasión, cuando esta no es más que una circunstancial resultante del mismo. La pasión “calienta” la energía, para que esta suba por la columna (kundalini) y se transmute en luz. La pasión es una llama efímera, pero puede ser avivada cuando sirve a un propósito superior. El “sentir” del amor entre hombre y mujer se expresa primero en la experiencia sexual. ¡Claro que es cierta la frase popular que dice que “el amor verdadero es el que entra por el agujero”! El amor en la pareja se expresa primero en el sexo, pero quedarse solo ahí es como usar un cañón para matar moscas, y las balas, que son caras, se pagan tarde o temprano.
Explorar el amor consciente es una rara aventura hoy en día; perdidos entre las ramas no podemos ver el bosque; abatidos por lo urgente, relegamos lo importante; importunados por mil pequeñeces, ignorantes de lo esencial, seremos como hojas que el viento lleve al pairo. Cuando uno es joven embiste pensando que las energías son infinitas. Cae y se levanta sin lamerse las heridas, pero sus marcas quedan ahí… Con el tiempo comprendemos más y más que nuestro cuerpo (emoción y mente) tiene también sus límites, que uno tiene fecha de caducidad y que el mal uso “del equipo” no solo destruye “la garantía”, lo peor de todo es que después ¡no hay a quién reclamar! ¡Ni al maestro armero!
Todo sirve a otro juego superior del que somos parte todos; los griegos lo llamaron destino, un guerrero lo llama querencias. Voluntad, Amor y Destino se conjugan en una paradoja difícilmente descifrable en cada uno de nosotros, sin embargo este jeroglífico es un mandato inaplazable para todos nosotros.
“Los caminos de siempre llevan al lugar de nunca”… Hay que romper rutinas y ser tremendamente valerosos para superar nuestra ignorancia y nuestros condicionamientos previos, haciéndolos conscientes y desactivándolos antes de que nos destruyan como profecías auto cumplidas.
Hablamos de valor con mayúsculas, hablamos de poder personal, hablamos de energía y de su uso, de lucha sin cuartel contra el enemigo interior, de esfuerzo y compromiso sin límites… ¡Un momento! ¡Esto me suena! ¿No estamos pues hablando del “Camino del Guerrero”?
No hay comentarios:
Publicar un comentario