Nos hallamos presentes en una fecha señalada, la finalización de un ciclo, de otro año. Tras de sí quedan un sinfín de momentos y actos los cuales se han de valorar a modo personal y en su conjunto.
El advenimiento de la estación invernal, impregna a individuos pertenecientes a una estirpe como es la nuestra de un modo metafísico, generando momentos atemporales de meditación, con la única finalidad de rendir cuentas de las actuaciones perpetradas por nuestro ser.
A estas actuaciones me atendré de responder pues debe ser cada uno el que valore, rectifique y perfeccione estos acontecimientos, pues tan solo en él reside esta posibilidad de cambio y centraré mi reflexión en los actos perpetrados por el conjunto del pueblo en sí.
A priori, me cercioro de la errónea práctica que el conjunto asimila y ejecuta del DIES NATALIS SOLIS INVICTI. Constatados estos actos equívocos por la influencia de los excelsos tentáculos de las fuerzas telúricas del mal, siendo las que malmeten y conducen al sucumbir espiritual de la masa servil.
Vemos reflejados estos hechos en un materialismo desgarrador, capitaneado por los distintos entes capitalistas los cuales, a través de diferentes medios informativos, alteran susodicha celebración sacra a fin de poner en práctica lo que durante largos períodos doctrinas políticas y filosóficas alineadas con las plutocracias han ansiado arraigar en nuestra comunidad y, a groso modo, han logrado satisfactoriamente.
En la educación de la progenie se instaura ya esta semilla. Como primer hecho, por las tesis educacionales impartidas por las escuelas y posteriormente –y de forma más aterradora –, por las directrices expuestas por los padres, previamente contaminados moralmente, transmitiendo valores erróneos a su descendencia perpetrando estos como si de un dogma se tratase.
Así vemos como la juventud contemporánea deja de percibir ese sentimiento familiar y de ayuda al prójimo característico de la celebración tratada siendo sustituido por un egoísmo personal tan sólo anestesiado por la adquisición de bienes inútiles y pecaminosos, a expensas de un reconocimiento social que les empuje en cierta manera a esa falsa liberación por los malos actos cometidos.
De esta manera y en consecuencia, es visible la transformación de una espiritualidad comunitaria. La materialización de todo lo supra-humano como única forma de asegurar su uso indiscriminado.
Por lo tanto, hemos de realizar una última afirmación: “la elección del populacho por los hechos contemplados de tan oscura y horrenda senda, les conducirá sin duda alguna a su desintegración como comunidades étnicas además de la pérdida identitaria e idiosincrásica, hallando el desenlace de esta en su desintegración biológica y espiritual”.
De este modo, espero algún día ver la constatación meditatoria, porque racionalmente no creo que pueda ser de otra manera. Sin objeción alguna, los ciclos cósmicos así lo dictan.
Que los Dioses alienten el camino de quien con el libro vive y guarden a quien por la espada muera.
Sea!
Salve et Victoria!
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