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LA SOLITARIA SENDA DEL GUERRERO

La vida es lucha…
El combate decisivo respecto a la senda del guerrero no se decide batallando contra un enemigo externo sino enfrentándose a uno mismo, a sus miedos y debilidades.
La muerte se presenta ante los ojos como un camino más de liberación interna y ascética que eleva al individuo sobre las cabezas vacías de la masa inerte, situando su trayectoria vivencial y metas a la altura de lo divino, desafiando con dicha gesta los dogmas implantados para alcanzar así los atrios de la Gloria Eterna, al costado del incognoscible.
Llegado el momento en la vida de cada guerrero en el cual debe decidir sobre como enfrentarse a cada traba interpuesta en su camino, se ha de tener presente que cada acción tiene su repercusión en la historia por lo que debe actuarse en consecuencia tanto asumiendo los resultados como los daños colaterales derivados directamente de su decisión. He ahí donde radica la importancia de plantearse un decálogo de ética y estilo aderezado con el más purista código de Honor caballeresco, siendo intrascendente para la actuación personal y colectiva el concepto clerical de lo que hemos dado en llamar “la moral”. Dicho decálogo podría bien estar representado en los siguientes apartados:

1.- Disciplina
2.- Espíritu Comunitario
3.- Espíritu Naturalista
4.- Espíritu Deportivo
5.- Espíritu Formativo
6.- Comportamiento Ejemplar
7.- Amor a los animales
8.- Espíritu Revolucionario
9.- Ética de lucha
10.- Altruismo y desprecio absoluto por el dinero

La moral no responde a un carácter crítico con la vida y a un planteamiento viril de la propia existencia sino que sodomiza la esencia revolucionaria del guerrero, metamorfoseándolo en un títere voluble y reductible, desmoronando todo castillo construido con el propio sudor del esfuerzo y la sangre derramada.
Reside pues en uno mismo y de modo intransferible la decisión de finalizar trágica y augustamente la guerra de la vida o hacerlo sin pena ni gloria, al caer cual espada de Damocles sobre el enemigo interno aplacándolo… o bien fenecer ante la debilidad y el descrédito, incluso llegando a “vencer”…
En conclusión, todo caballero enrollado en un halo de campeador debe emprender su camino por la Justicia y el Ideal que sustenta de un modo solitario, huyendo de las manos tendidas y enfrentándose cara a cara con su destino, aun sabedor de que este será irremediablemente cumplido, en el drama wagneriano de la vida… aquel donde la resistencia y el revuelo solo alimentan el ardor guerrero que bate las llamas de la conquista de la divinidad por el ascético medio del sacrificio a ultranza.
Ad augusta per angusta!
Salve et Victoria!

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