Nunca existió tanta hipocresía
como la de aquellos seres que aplacan sus remordimientos con limosnas en detrimento de su existencia.
Tal vez la inconsciencia o ignorancia de su efímero y contingente paso por el mundo es lo que les hace actuar de tal manera.
Concretamente nos referimos a esos sosegadores de conciencia, que en acto de servicio, como hemos dicho, dan limosna al prójimo en un acto puro de bondad, de sumo bien.
Recientemente, y no tan reciente,
unos carteles publicitarios adornaban
las marquesinas de espera de los autobuses con mensajes que anulan lo volitivo persuadiendo
a las masas discípulas de Epicuro.
Carteles con burda persuasión,
instando a nuestros semejantes a contribuir económicamente para en consecuencia
paliar el hambre en el mundo, todo ello bajo la efigie de un ser postrado en su
sofá, bajo el título “fulano en acción”.
Ellos, quienes con su inacción
pretenden acabar con las injusticias del mundo, son los mismos que portan los
estandartes del hedonismo perentorio.
Tal vez el miedo, el pánico
inexorablemente ligado a la cultura cristiana, es lo que propicia la
caridad holgazana. Miedo a lo seguro, inevitable, la muerte es
por ende lo que mueve y promueve el uso del cerebro por vanos remordimientos.
Remordimientos provocados por la egolatría y el provecho propio en afán de
alcanzar la inmortalidad en el Reino de los Cielos. Efímera y finita existencia
que provoca el pánico de los caminantes de este mundo.
Caos y orden es lo que gobierna
al mundo. Generalmente vivimos en dualidad y por ende hemos de contribuir en
ambos extremos para alcanzar la armonía.
Es pues lícito declinar la balanza hacia uno de los extremos para alcanzar el equilibrio. Una ley de equivalencia, de semejanza. Los contrarios se complementan, se necesitan, son ley de la existencia. Incluso en la matemática, aquello con lo que se explica lo natural, es partícipe de esa ley que denominamos universal.
Es pues lícito declinar la balanza hacia uno de los extremos para alcanzar el equilibrio. Una ley de equivalencia, de semejanza. Los contrarios se complementan, se necesitan, son ley de la existencia. Incluso en la matemática, aquello con lo que se explica lo natural, es partícipe de esa ley que denominamos universal.
La existencia de contrarios es lo
que da forma a lo que nos rodea. Reiteradas
veces es partícipe lo inverso para demostrar lo que se propone, como lo es también
su recíproco.
Nuestras vidas son
los ríos
que van a dar en la mar,
qu'es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.
que van a dar en la mar,
qu'es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos.
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