EL PRINCIPIO ARISTOCRÁTICO
Muchos hombres son los que en los últimos tiempos de este ciclo sobre el que hoy podemos evidenciar su inminente fin, se autoproclaman sabedores de las verdades últimas, verdaderos soldados celestes que de forma egocéntrica y pretenciosa se atribuyen sin más una” Moors Triumphalis”, ahora bien, ¿Que tienen de cierto las afirmaciones de estos? ¿Es posible dicho triunfo con la nulidad de una acción pura? ¿Es extensible el acto heroico a la plebe?... se da paso a un breve bosquejo de los acontecimientos en las siguientes líneas.
En este mundo que se nos presenta hoy día, toda acción sacra, todo intento de ascesis interna o externa, es motivo de burla y desprecio en el mejor de los casos. Con ello se constata la total ignorancia por parte de la plebe del acontecer de siglos de historia, en los que “los custodios de lo bajo y lo titánico” carecían de poder e influencia. Toda manifestación divina y regia era constante.
En primer lugar, es necesario advertir que no solo en la época moderna donde es el “Estado oligárquico” el que estructura y conduce al pueblo hacia su “devenir”, se evidencia una mutilación del verdadero principio aristocrático, la alteración que tan solo es atribuible por unos pocos en este período, es extensible a la época de los “Estados monárquico-guerreros” en donde una nobleza totalmente desvirtuada, falta de eternos deberes y responsabilidad ya había originado la profanación de la doctrina de la cuatripartición, siendo esta la máxima culminación de las eras aristocrático-sagradas.
En cuanto a la presencia y estructuración de esta, es necesario indicar que es dada en aquellas civilizaciones tradicionales constituidas bajo las cuatro castas o estamentos: siervos, burgueses, aristócratas guerreros y detentadores de la autoridad espiritual.
La desaparición de esta estructuración social es crucial para entender un primer descenso y triunfo de las fuerzas del animal-hombre. Sustentado este por la artificialidad arbitraria suplanto de forma sibilina un tipo de interés y de vocación idéntica, una cualificación de las castas original y espontánea y con ello dio lugar el germen de la degeneración social y estamental.
Hasta este punto, el breve bosquejo citado y en el que se podría indicar fechas, personalidades y acontecimientos demuestra una idea que no debe ocupar más espacio en este texto. Porque por el pasado reciente y el de tiempos algo más alejados de este, poco se puede hacer ya.
En la mente de los jóvenes guerreros de la actualidad deben de regir en primer lugar y de forma notoria las preocupaciones ante cuestiones elevadas, como es la tratada en cuestión y en segundo lugar y acto seguido las transcurridas en este S. XXI, donde muy a pesar de los hechos, se ha vendido como aristócratas irrisorios y teatrales personajes, que no hacen más que prostituir y degenerar un estamento social crucial para la subsistencia de un pueblo.
Las aristocracias europeas en la actualidad están totalmente pervertidas de sangre impura. Su proclamación y supervivencia durante siglos ha sido constituida a base de braguetazos, intereses económicos y geopolíticos pretenciosos e innecesarios para los pueblos. En los tiempos que transcurren se puede perfectamente evidenciar un mayor número de naturalezas nobles en donde habita la “plebe” que lo que reside en palacios y casas señoriales…
Por lo tanto es en ese sentido donde debe de darse la posibilidad del nacimiento de una nueva aristocracia. Ya no debe de tener el mayor peso la “sangre azul” que posean estos individuos, poco deben servir los títulos nobiliarios, ni las gestas familiares, tan solo el día a día de los miembros de la comunidad, su entrega y sacrificio, la voluntad de su espíritu, la pureza de sus actos debe de regir la adjudicación del mando y la responsabilidad creativa de una nueva estructuración jerárquica afín a nuestra identidad.
Todo esto “es” y “debe ser” porque la concepción cíclica a la luz de los hechos así lo demuestra. El ciclo de los héroes ya feneció, tan solo de él queda un lejano recuerdo, el que a su vez vaga en el éter del cosmos y es captado y sentido por unos pocos (¿iniciados?).
El avance de los tiempos nos sitúa en el final de esta era del Hierro, en donde la llegada del lobo Fenris, desencadenará el “Gotterdamerung”. Las huestes de héroes caídos en combate ya se embarcan en la nave “Naglfar” rumbo hacia los campos de batalla de Vigrid. Lugar donde la batalla jamás imaginada ocasionará el ocaso de este mundo, la destrucción de todos los habitantes del mismo, la llegada de una nueva edad dorada y con ella, la aparición del héroe resurrecto.
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