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LA IDENTIDAD INDOEUROPEA EN PELIGRO
Actualmente pudiera parecer que el único peligro que socava la identidad racial y cultural europea sea la islamización fluctuosa de los últimos tiempos a través del alma mágica, pero cabe advertir la simpleza y vacuidad de dicha conjetura dado que Occidente ya vivió una época similar de la que tenemos a la vista las fatídicas consecuencias; el acontecer de los siglos I y II donde el cristianismo se implantó en nuestro solar europeo.

Por lo tanto el enfoque que pretende transmitir este texto es contrario a la opinión actual de que el único problema europeo es exclusivamente el ver la población de dicho territorio vistiendo “burka”, rezando en dirección a la Meca y venerando como libro sagrado el Corán.

El cristianismo credo nefasto y maligno donde los halla, transmuto también nuestra alma cultural del mismo modo que puede producir el Islam, pues ambos poseen una gran diferenciación biológica y espiritual del pueblo originario de los mismos con el receptor de la foránea alma cultural.
Llevando a termino un breve análisis se puede advertir como el hombre indoeuropeo desde el albor de su existencia hubo de edificar involuntariamente un alma cultural como vehiculo transmisor de su” arete”.
Esta alma cultural conectaba simultáneamente nuestro Yo con aquello circundante a traves de nuestra conciencia vigilante, pasando a ser advertidas algunas características de nuestra espiritualidad como: la visión olímpica de la vida, el culto solar, la jerarquización familiar mediante el patriarcado, una ascesis individual donde el hombre se bate ante y contra los Dioses…
Hasta nuestros días esta era es conocida como la antigüedad clásica, época en la que se pudo hallar la pureza fisiognómica y noológica de nuestra composición físico-anímica.
Pero llegados a tiempos postreros el contacto de diversas culturas entre sí (babilónica, egipcia, semítica ...) dio lugar a una tenue y progresiva degeneración de la misma pudiendo datar la defunción de nuestra real cultura tras la invasión europea de los credos desérticos, caracterizados estos por ser: ginecocráticos, lunares, horizontales (alejados de cualquier verticalidad aristocrática) etc….


Estos en los primeros siglos de su existencia hallaron la necesidad de dinamitar las tradiciones occidentales de una manera sibilina y perspicaz utilizando entre otros mecanismos la suplantación de festividades locales por las foráneas, la edificación de templos en lugares de una alta fuerza telúrica advertida con anterioridad por los habitantes de las diferentes regiones, la subyugación y conversión por la fuerza de los habitantes por parte de los extranjeros, por citar algun ejemplo.

Así llegados a este punto cabe preguntarse ¿que diferencia dista entre este credo y el intento por parte de un sector del pueblo semítico en la actualidad de implantar el Islam?
La respuesta es: ninguna. Quizá varíen las formas y en algunos puntos el nuevo credo pero las consecuencias para nuestro pueblo y nuestra identidad serán las mismas es decir, hacer perecer nuestro interior como hombres de origen divino y convertirnos acto seguido en verdugos de su fe.

De este modo tan solo es menester añadir una última objeción; tan malignos son los que en tiempos presentes intentan acabar con nuestra libertad como aquellos quienes ya lo consiguieron una vez, por lo tanto tan solo nos queda el deber de meditar introspectivamente con nuestro ESPIRITU, fortalecerlo, hacerlo hábil y astuto y aguardar hasta el sonar de trompetas que advertirán la llegada de la batalla final.

6 comentarios:

  1. Estimado camarada:
    En parte estoy deacuerdo con tus palabras, pero ¿No piensas que todo tipo de religion es un cambio de peones( de dioses esta vez)?. Incluso las antiguas religiones ancestrales europeas sometian a los discipulos al poder de los dioses. Yo pienso que ni siquiera es necesario volver a nuestras raices paganas. Basta que el verdadero DIOS sea la sociedad, ni siquiera la espiritualidad individual o el individuo como dios, ya que seriamos todos parte del DIOS, parte de la sociedad. En una sociedad pura todas las partes son puras, sin necesidad de deidades que nos obliguen a serlo, ya que seria nuestra cultura, nuestra educación la que nos aria así, no por obligación. Yo, personalmente, no necesito ningun ente superior, ni siquiera un padre sol y una madre luna, para saber cual es mi sitio, mi lucha y mis sueños. Con lo cual y en conclusión, educa a la sociedad a ser pura en espiritu y ninguna religión (ni siquiera el dios $) podra echar raices en ella, su piel será dura como roca pero su espiritu puro como el agua. Un saludo Imperial:
    PEPELU

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  2. Camarada Pepelu; es bien cierto lo que citas pero en ningún momento la idea del texto va encaminada a idolatrar cualquier postura politeísta .
    La cuestión no es claudicar ante un Dios o varios Dioses, lo que pretende dicho artículo es mostrar varios matices que nos llevan a inducir las nefastas consecuencias de aquellos aclamados como defensores de nuestra "identidad".
    El hecho de mostrar este posicionamiento por mi parte no lleva consigo el defender una postura "neopagana" o cualquier símil de los que corren por "nuestro ambiente"..
    La idea es la de estimular nuestra porción divina que cada uno de nosotros lleva en su interior, para llegar a ser Dios,hecho únicamente posible a través de conocernos a nosotros mismos y a la pura esencia de nuestra naturaleza.
    Por último es menester aclarar que las antiguas tradiciones indoeuropeas no ponían la soga en el cuello a todos aquellos posibles "herejes", el posicionamiento del humano ante cualquier Dios no era de subyugación e idolatración, más bien los Dioses eran vistos como héroes que por su paso triunfal por la tierra se habían ganado un lugar en los atríos de Walhalla.

    Intentado el hombre mediante una vida digna y honorable para con los suyos compartir con estos algún día el lugar de residencia.

    Un saludo brazo en alto.

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  3. Yo daría otra vuelta de tuerca.

    Si bien acepto como causas de la transvaloración las expuestas en este texto, en la línea de un proceso de aculturación -forzoso o no-, ni mucho menos puedo asumirlas como factor único y determinante; sobre todo, porque esto significaría que somos, y hemos sido, un pueblo "transvalorable", es decir, manejable, borreguil, sin instintos.

    El propio Nietzsche llegó a atisbar el origen último de la suplantación de la moral europea, la del noble, por otra ajena, la del esclavo, que es ni más ni menos que la desaparición de la "bestia rubia" cuyo lugar vendría a ocupar algún tipo de sangre esclava.

    Hoy podemos ir más lejos y dar forma a esta idea que Nietzsche no acabó de pulir. De las letales oleadas de influencia oriental hay una, la primera, que solemos pasar por alto, en mi opinión cometiendo el mismo error que nos lleva a pasar por alto el daño que ha hecho el cristianismo, eso de: "lleva tanto tiempo aquí, que nos pertenece". La primera oleada oriental, y la de mayor impacto de todas, es la agricultura.

    La agricultura transformaría al europeo en dos frentes:

    - Cambiando radicalmente el modo de vida. Una cosmovisión deja de tener sentido cuando cambia el mundo al que explica. Todo lo que es Europa puede remontarse a tiempos paleolíticos, cuando cazábamos en los bosques y nos refugiábamos en las laderas de las montañas; las Mannerbunde, Esparta y las Legiones romanas son los clanes de cazadores, la primera Capilla Sixtina se encuentra en las cuevas de las montañas francocantábricas y las mitologías paganas son la condensación en metáfora de la visión del mundo de un cazador, del bárbaro. La oposición del politeismo panteista de herencia europea al monoteismo antropocentrista de herencia oriental es la oposición del cazador al agricultor. El uno libre y salvaje en una naturaleza desbordante de la que se siente parte; el otro sienta el culo en una tierra que comienza a transformar cual parásito, la distinción sujeto-objeto alcanza la cumbre en este momento. La agricultura desconecta al hombre del entorno en el que se forjaron sus ideas, sus costumbres, sus instintos y sus genes.

    - Cambiando sus genes. A su vez este cambio se subdivide en dos procesos:

    · Mestizaje directo. La sangre oriental penetró por primera vez en Europa de mano de la agricultura.

    · Por selección. Si las condiciones extremas del periodo glaciar requerian a un tipo determinado de hombre, las condiciones en cierto modo relajadas de la agricultura requirieron al suyo propio. Selección artificial. Los primeros tiempos de la agricultura precisaban de un hombre con la capacidad de doblar el lomo con periodicidad, con la capacidad de pasar su vida en unos pocos metros cuadrados viendo llover y con la capacidad de empezar a mirar por la optimización económica -la carne perece y no se guarda: cazas y luego comes, no hay más; la agricultura introduce las primeras posibilidades económicas con la aparición del excedente-.

    El tiempo de cocción de la transvaloración ha sido lento, unos 8000 años, 5000 en los sitios de neolitización tardía, hasta la llegada del cristianismo. El cristianismo encontraría por lo tanto un pueblo más manso de la cuenta, con cierta predisposición a su dogma desértico. La ruptura con las raices viene de más lejos de lo que solemos pensar. En la Europa precristiana aún latía con fuerza el corazón europeo, la historia posterior es la historia de como se desangra, hasta casi morir en los tiempos que vivimos.

    Encontrarse con los instintos, si es que se tienen aceptablemente puros, es encontrarse con las circunstancias que los forjaron. Toda Europa comenzó en las tundras heladas, en los bosques y las montañas. El hombre nuevo debe primero batir el listón que el hombre viejo levantó a la altura de los cielos.

    Blanco.

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  4. Yo daría otra vuelta de tuerca.

    Si bien acepto como causas de la transvaloración las expuestas en este texto, en la línea de un proceso de aculturación -forzoso o no-, ni mucho menos puedo asumirlas como factor único y determinante; sobre todo, porque esto significaría que somos, y hemos sido, un pueblo "transvalorable", es decir, manejable, borreguil, sin instintos.

    El propio Nietzsche llegó a atisbar el origen último de la suplantación de la moral europea, la del noble, por otra ajena, la del esclavo, que es ni más ni menos que la desaparición de la "bestia rubia" cuyo lugar vendría a ocupar algún tipo de sangre esclava.

    Hoy podemos ir más lejos y dar forma a esta idea que Nietzsche no acabó de pulir. De las letales oleadas de influencia oriental hay una, la primera, que solemos pasar por alto, en mi opinión cometiendo el mismo error que nos lleva a pasar por alto el daño que ha hecho el cristianismo, eso de: "lleva tanto tiempo aquí, que nos pertenece". La primera oleada oriental, y la de mayor impacto de todas, es la agricultura.

    La agricultura transformaría al europeo en dos frentes:

    - Cambiando radicalmente el modo de vida. Una cosmovisión deja de tener sentido cuando cambia el mundo al que explica. Todo lo que es Europa puede remontarse a tiempos paleolíticos, cuando cazábamos en los bosques y nos refugiábamos en las laderas de las montañas; las Mannerbunde, Esparta y las Legiones romanas son los clanes de cazadores, la primera Capilla Sixtina se encuentra en las cuevas de las montañas francocantábricas y las mitologías paganas son la condensación en metáfora de la visión del mundo de un cazador, del bárbaro. La oposición del politeismo panteista de herencia europea al monoteismo antropocentrista de herencia oriental es la oposición del cazador al agricultor. El uno libre y salvaje en una naturaleza desbordante de la que se siente parte; el otro sienta el culo en una tierra que comienza a transformar cual parásito, la distinción sujeto-objeto alcanza la cumbre en este momento. La agricultura desconecta al hombre del entorno en el que se forjaron sus ideas, sus costumbres, sus instintos y sus genes.

    - Cambiando sus genes. A su vez este cambio se subdivide en dos procesos:

    · Mestizaje directo. La sangre oriental penetró por primera vez en Europa de mano de la agricultura.

    · Por selección. Si las condiciones extremas del periodo glaciar requerian a un tipo determinado de hombre, las condiciones en cierto modo relajadas de la agricultura requirieron al suyo propio. Selección artificial. Los primeros tiempos de la agricultura precisaban de un hombre con la capacidad de doblar el lomo con periodicidad, con la capacidad de pasar su vida en unos pocos metros cuadrados viendo llover y con la capacidad de empezar a mirar por la optimización económica -la carne perece y no se guarda: cazas y luego comes, no hay más; la agricultura introduce las primeras posibilidades económicas con la aparición del excedente-.

    El tiempo de cocción de la transvaloración ha sido lento, unos 8000 años, 5000 en los sitios de neolitización tardía, hasta la llegada del cristianismo. El cristianismo encontraría por lo tanto un pueblo más manso de la cuenta, con cierta predisposición a su dogma desértico. La ruptura con las raices viene de más lejos de lo que solemos pensar. En la Europa precristiana aún latía con fuerza el corazón europeo, la historia posterior es la historia de como se desangra, hasta casi morir en los tiempos que vivimos.

    Encontrarse con los instintos, si es que se tienen aceptablemente puros, es encontrarse con las circunstancias que los forjaron. Toda Europa comenzó en las tundras heladas, en los bosques y las montañas. El hombre nuevo debe primero batir el listón que el hombre viejo levantó a la altura de los cielos.

    Blanco.

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  5. Yo daría otra vuelta de tuerca.

    Si bien acepto como causas de la transvaloración las expuestas en este texto, en la línea de un proceso de aculturación -forzoso o no-, ni mucho menos puedo asumirlas como factor único y determinante; sobre todo, porque esto significaría que somos, y hemos sido, un pueblo "transvalorable", es decir, manejable, borreguil, sin instintos.

    El propio Nietzsche llegó a atisbar el origen último de la suplantación de la moral europea, la del noble, por otra ajena, la del esclavo, que es ni más ni menos que la desaparición de la "bestia rubia" cuyo lugar vendría a ocupar algún tipo de sangre esclava.

    Hoy podemos ir más lejos y dar forma a esta idea que Nietzsche no acabó de pulir. De las letales oleadas de influencia oriental hay una, la primera, que solemos pasar por alto, en mi opinión cometiendo el mismo error que nos lleva a pasar por alto el daño que ha hecho el cristianismo, eso de: "lleva tanto tiempo aquí, que nos pertenece". La primera oleada oriental, y la de mayor impacto de todas, es la agricultura.

    La agricultura transformaría al europeo en dos frentes:

    - Cambiando radicalmente el modo de vida. Una cosmovisión deja de tener sentido cuando cambia el mundo al que explica. Todo lo que es Europa puede remontarse a tiempos paleolíticos, cuando cazábamos en los bosques y nos refugiábamos en las laderas de las montañas; las Mannerbunde, Esparta y las Legiones romanas son los clanes de cazadores, la primera Capilla Sixtina se encuentra en las cuevas de las montañas francocantábricas y las mitologías paganas son la condensación en metáfora de la visión del mundo de un cazador, del bárbaro. La oposición del politeismo panteista de herencia europea al monoteismo antropocentrista de herencia oriental es la oposición del cazador al agricultor. El uno libre y salvaje en una naturaleza desbordante de la que se siente parte; el otro sienta el culo en una tierra que comienza a transformar cual parásito, la distinción sujeto-objeto alcanza la cumbre en este momento. La agricultura desconecta al hombre del entorno en el que se forjaron sus ideas, sus costumbres, sus instintos y sus genes.

    - Cambiando sus genes. A su vez este cambio se subdivide en dos procesos:

    · Mestizaje directo. La sangre oriental penetró por primera vez en Europa de mano de la agricultura.

    · Por selección. Si las condiciones extremas del periodo glaciar requerian a un tipo determinado de hombre, las condiciones en cierto modo relajadas de la agricultura requirieron al suyo propio. Selección artificial. Los primeros tiempos de la agricultura precisaban de un hombre con la capacidad de doblar el lomo con periodicidad, con la capacidad de pasar su vida en unos pocos metros cuadrados viendo llover y con la capacidad de empezar a mirar por la optimización económica -la carne perece y no se guarda: cazas y luego comes, no hay más; la agricultura introduce las primeras posibilidades económicas con la aparición del excedente-.

    El tiempo de cocción de la transvaloración ha sido lento, unos 8000 años, 5000 en los sitios de neolitización tardía, hasta la llegada del cristianismo. El cristianismo encontraría por lo tanto un pueblo más manso de la cuenta, con cierta predisposición a su dogma desértico. La ruptura con las raices viene de más lejos de lo que solemos pensar. En la Europa precristiana aún latía con fuerza el corazón europeo, la historia posterior es la historia de como se desangra, hasta casi morir en los tiempos que vivimos.

    Encontrarse con los instintos, si es que se tienen aceptablemente puros, es encontrarse con las circunstancias que los forjaron. Toda Europa comenzó en las tundras heladas, en los bosques y las montañas. El hombre nuevo debe primero batir el listón que el hombre viejo levantó a la altura de los cielos.

    Blanco.

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  6. Bien camarada CNSC, pese a comulgar indudablemente con tu aportación, cabe dar respuesta a un último punto; en nuestra lucha forzosamente incluímos el concepto "SOCIAL" como substantivo y el "NACIONAL" como adjetivo respectivamente.
    No es acaso esto harto confuso cuando entre los pueblos indoeuropeos tanto en materia espiritual como en la social a prevalecido la individuación del hombre dado su capacidad divina.
    No es también harto significativa la corrupción espiritual tras la llegada del HOMO CIVITAS... creo que estaría bastante interesante un debate entorno a esta cuestión y más aun teniendo presente la decadencia soci-económica que socava nuestros pueblos europeos.
    SALVE ET VICTORIA!

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