¿Como ver la vida de un modo perceptiblemente más positivo? Esa es la pregunta que se formulan diariamente millones de zombies andantes… La respuesta se halla en el negativismo. Ver las cosas desde un prisma positivo crea ilusión de falsa felicidad en tanto que se vive sin preocupaciones porque todo esta bien... Los seguidores de esta línea creen tener la capacidad de anular la Voluntad de la divinidad y del devenir a propio criterio, como si ello fuere posible… ¡Ilusos!
La vida es un reflejo invertido de la guerra cósmica entre el creador y el increado. Cual espejo, plasmamos en nuestras vidas lo que el destino nos depara, siendo fiel reflejo inverso de la realidad inmaterial. Por ello, la preocupación por cuestiones banales es del todo inaceptable por inútil. El Hombre debe revelarse contra su destino por un acto de heroísmo extremo pero siendo sabedor de que al fin del camino, el hilo estará urdido según la decisión divina, no la nuestra.
El negativismo positivo se basa en esperar siempre el peor de los resultados de una variable pues, si llega este a ser el impuesto, nada sorprenderá al individuo, que gozará de una efímera sensación de placer y sosiego si el resultado que espera es menos negativo del que podría ser. De este modo resulta imposible caer en enfermedades mentales propias de seres débiles como la depresión. Si por el contrario se aguarda lo mejor de las cosas y vienen tal que así, la alegría por el logro será mínima pues es lo esperado que ocurra. Eso si, si el embrollo resulta un tanto más negativo todo se tornará miseria en su mente y caerá hundido en la más profunda oscuridad del Ser y su existencia.
Preocuparse pues por si algún día triunfaran sus ideas, ambiciones, amoríos o procesos judiciales en un absurdo total pero, de ser necesario su planteamiento, el enfoque debe resultar inequívocamente negativo en pro de la salvaguarda de nuestra propia identidad intelectual.
Del mismo modo que Grecia y Roma fenecieron físicamente para abrazar la inmortalidad, como tantas otras expresiones de la grandeza de los pueblos Indoeuropeos, murió la Gran Alemania. Del mismo modo que ellos ayer, debemos aplicar las cosas hoy.
Seamos pues más justos con nuestro destino escrito y preocupémonos de otras cosas en lugar de mirarnos el ombligo y desear la propia felicidad en cosas insulsas. Morir por lo elevado es un Honor, ¿porque temerlo?
Salve et Victoria!
Pocas veces he visto una reflexión tan lúcida como esta, en la línea más tradicional de la visión del mundo indoeuropea, siguiendo la antigua escuela de los trágicos griegos cuyo más insigne maestro moderno ha sido Schopenhauer, por cierto el filósofo preferido del último Dúctor de Sacro Imperio.
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