Juventud, poderosa y a la vez ignorante. Víctima de una época en que los valores son censurados. La areté o virtud son un valor del hombre de bien, del hombre extinto o en proceso que ya entonces el famoso Diógenes de Sinope intentó buscar candelabro en mano entre las gentes de la ciudad. Ese “Hombre” entre la podrida fauna que habita en las ciudades, un hombre de pie entre las ruinas.*
Aun en una época en la que disponemos de una infinita información a nuestro alcance, ya sea desde Platón hasta Heidegger, la juventud sigue impasible ante la destrucción de un mundo que resurge cual Ave Fénix de sus cenizas una y otra vez, fruto del trabajo de una minoría apenas valorada y temida por ciertos sectores innombrables en la actualidad.
Nunca antes se ha visto tal mediocridad, en la que el hombre se ve sometido ante la imprudencia de sus semejantes que no ven más allá de su vida meramente hedonista, dejando fuera de lugar todo espíritu guerrero, combativo, viril que ha hecho posible que aún tenga significado esta existencia de las dos guerras santas de las que hablan los árabes y que forman parte de todo individuo que se preste a ser un hombre de virtud.
Nos encontramos con el episodio elitista convertido a su vez en chabacanería por necios que dicen ser hombres de bien, cuando han de saber que no se es, si no que se llega a serlo. La corruptela y la vanidad invaden el lecho del hombre con espíritu que se ve sometido y aniquilado por estas malignas fuerzas “in crescendo” que aprenden solo por altivez, lo que hace recordar a los Papagayos (sin culpar al pobre animal) o a mediocres sofistas. Una época marcada en la que el hombre autarca e imperante sobre sí mismo, debe hacer su camino de lucha, esta vez individualizada con todos los riesgos que supone, como la dura soledad, capaz de desmembrar al hombre más fuerte, pero que debe estar siempre presente en nuestras mentes. Todo ello en beneficio de una comunidad que a la que, se sienta agradecida o no, el caballero andante tomará como un deber… La élite se construirá bajo el dolor, el dolor de aquellos hombres que afrontan el deber como una máxima a seguir.
Este texto puede tomar un cariz pesimista, pero su contenido puede llevar a una certera reflexión sobre el modo de afrontar todo cuanto tenemos delante. Ese pensamiento que aflora en nuestro interior al reflexionar sobre ciertas cosas, es el que debe abanderar nuestro modo de vida.
”Cuando me hayáis repudiado volveré a estar con vosotros” Así hablaba Zaratustra
*Julius Evola- Orientaciones
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