EL DEPORTE
Que la sociedad del presente es una parodia caracterizada por el mecanicismo más elemental, el materialismo más recalcitrante y la incongruencia más pueril no debiera de significar para hombres de corte aristocrático algo “nuevo” o preocupante a priori, quizá donde debiera hacerse uno mala sangre y volcarse decididamente en apostar por algo nuevo debiera ser en aquellos actos y acciones donde aun hoy día, a sabiendas de la total podredumbre, hay luz y esperanza.
Un vivo ejemplo de la idea última expuesta es el protagonista del presente texto: el deporte. Esta práctica que hoy día es caracterizada por una mecánica chabacana y exenta de una total visión olímpica en otro tiempo fue una vía hacia la transmutación alquímica del Yo en Nos, siendo este el eje inamovible al que es necesario retornar para dar lugar a una victoria más hacia el control de nuestra integridad y de nuestra estática solar.
La práctica deportiva en la antigua Grecia fue mostrada en su máxima culminación en los Juegos Olímpicos donde el ejercicio, la disciplina y la auto-superación destilaban una más que notable proeza heroica y apta solo para unos pocos, siendo esto apreciable en las siguientes citas del célebre Homero; “Los juegos son algo tan serio que en ellos intervienen los Dioses” o en esta otra del mismo autor; “Los campeones laureados, eran elevados a la dignidad de héroes, sus estatuas figuraban el templo de Zeus y se les equiparaba a semidioses…”.
En cambio hoy día una vez más este acto ha perdido toda caracterización “sacra”. Sí se puede afirmar en cambio que el deporte es algo extendido por todo el orbe y rico en diversas modalidades “modernas” pero; ¿tan solo basta con dicha acción presente?, ¿Hay algo espiritual y artístico en susodichas prácticas?¿ Debe prevalecer la cantidad frente a la calidad?... Cabe exclamar una rotunda negación.
El deporte hoy día esta exento de cualquier acto o acción trascendente más bien es presa de la más obscena de las actuaciones humanas; el culto al cuerpo (como objeto mera mente físico) y a la supervivencia de nuestro propio ego. Prueba de ello es visible en los deportes que de forma totémica engullen todo el panorama actual: el futbol; anestesia convulsa y plebeya donde lo “bajo” y “animalesco” se impone a lo sublime y bello, el culturismo; donde lo enfermo, vicioso y amorfo se impone a lo harmonioso y a lo equilibrado…
Ahora bien que esto en la actualidad sea de este modo no debe conducir a descartar la práctica deportiva por representar un hecho concebido como pernicioso, la lucha en este campo debe de ir dirigida a manifestar una inquietud ante aquellas modalidades deportivas donde la vía del espíritu aun vive con una animosidad en potencia; las artes marciales (caracterizadas por el autocontrol, la disciplina, la autoconfianza, el respeto al adversario aun cayendo en la derrota es la meta a alcanzar), deportes en contacto con la naturaleza( donde se halla la única vía del hombre para poder batirse con las mismísimas fuerzas supra terrenales), pruebas físicas de resistencia y velocidad (donde la fortaleza mental, la coordinación de movimientos al milímetro son imprescindibles para una correcta ejecución), bailes y danzas populares ( donde lo bello, armonioso y natural alcanza su mayor expresividad)… en general todo aquello que requiera de una equidad psíquica y física donde la complementariedad de ambas de lugar a la victoria triunfal del ganador ante su contrincante ( aun siendo este uno mismo es decir, su no-Yo).
Otra gran parodia al respecto en este campo concierne a la fémina. Vemos como esta, del mismo modo que su sexo opuesto anda totalmente perdida y embaucada de ideas erróneas en cuanto a las prácticas que pueden conducirla a un estado animoso y correcto de la que debiera de ser la superación personal adecuada. Es común ver como cada vez más en aumento padecen el mal demiúrgico llamado “modernidad” intentando orientar su plano deportivo hacia prácticas “masculinas” como el futbol, el baloncesto, el béisbol… Protagonizando así ellas mismas el olvido de aquellas actividades concernientes a su género; el femenino.
Sin duda alguna cuando nos referimos a las prácticas adecuadas o caracterizadas por una feminidad latente, estamos hablando de todo tipo de bailes y danzas tradicionales, la gimnasia rítmica, deportes de corte atlético… en definitiva, actividades que lejos de poseer como objetivo la fuerza bruta e instintiva, puedan estimular la aparición o perfeccionamiento de movimientos harmoniosos, acompasados y a la vez poseedores de una belleza inimaginable en las ejecuciones masculinas.
Por lo tanto con lo mostrado hasta este preciso instante no se espera otra cosa que atisbar un poco de luz en estos oscuros tiempos y por ende en un campo donde aun hay, como se dijo anteriormente; luz y esperanza. Esto debe de ser así para salvaguardar una noble causa; el restaurar un orden natural de las cosas en un aspecto más del denominado ciclo vital del ser humano y donde por extensión ambos sexos que conforman la unidad perfecta, el ser andrógino, hallan la posibilidad de complementarse y estimular la porción divina correspondiente a ambos.
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