Recientemente ha sido el 30 de Enero, día usado por mucha gente e institucionalizado como el día de la paz. Muchos individuos se refugian en este día por miedo a un hecho de gran trascendencia como es la guerra.
La paz es algo que anhela la mayoría, es un proceso de tránsito, no continuo, en el que cesa toda actividad bélica y en el que los individuos se mantienen en un estado de hibernación a la espera del cierre del ciclo que dé comienzo a la nueva guerra.
Lamentablemente o no, la paz no llega cual paloma con rama de olivo en pico, sino tras ese episodio bélico. Es un periodo efímero y absolutamente inmediato al fin de la guerra.
Tras esta verdadera y corta paz comienza a funcionar de nuevo la maquinaria social que poco a poco irá forjando los precedentes revolucionarios para una nueva guerra. Por tanto, lo que actualmente y de forma demagógica se llama paz es una mera etapa de instrucción de ideales, odios, alianzas, etc. Que desemboca en lo que ya debiera conocer bien la especie humana.
Este enfrentamiento de contrarios como el fuego y el agua, la guerra y la paz es peculiar pues como se ha dicho anteriormente no hay uno sin el otro y cuanto más distan entre ellos más violento será su encuentro.
La guerra, pese a ser evitada por la mayoría, y conste que la opinión de la mayoría no ha de ser la correcta, es necesaria, pues una sociedad fuerte debe portar en ambas manos tanto espadas como libros para su supervivencia y la de su progenie. Si por el contrario, el elemento cobarde es el que se desarrolla, la civilización que estaba en alza se sumerge en los más oscuros abismos sometida no ya por un elemento extranjero hostil si no por algo peor, la mediocridad y el estancamiento.
Luego de todo esto deducimos que las sociedades guerreras y no las pacifistas, son aquellas que están en constante evolución y que mejor ejemplo histórico de organización guerrera que la mitica y mística Esparta. Una sociedad fundamentada en la paz está irremediablemente destinada a perecer, pues sus ciudadanos carentes de sacrificio, de contacto con la guerra y por tanto débiles degeneran en el arquetipo de hombre-masa que abunda por doquier en la actualidad.
Tomemos pues el simbólico 30 de Enero como día de reflexión interior, de evolución espiritual. Como es en el Imperium donde alcanza su cenit el desarrollo de la virtud, denominemos este día como el “Día del Imperio” y no de la “Pax Vulgaris”.
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