Recientemente hemos podido escuchar por mediación de la prensa y la televisión una noticia extendida entre la población de Las Españas la que ha degenerado en un hecho trágico y desesperado; la proclama gubernamental a retrasar la edad de jubilación a los 67 años.
Cualquier individuo extasiado de ideas progresistas y liberales tan sólo es capaz de hallar en este hecho una conjetura demoníaca, formulada por aquella “casta dirigente” la cual es exenta de padecer los males que cierta medida podría ocasionar en sus miserables vidas, pero ante todo sería conveniente sintetizar la proclama de manera más precisa.
El hombre como pieza clave en el proceder social de los distintos pueblos que habitaron la tierra, manifestó la necesidad de hacer uso de su fuerza manual como medio para con los suyos lograr establecer los elementos capaces de generar productividad y como resultado en la utilización de estos, los avituallamientos necesarios para la supervivencia de la comunidad.
Pero este ideal no fue llevado a la praxis únicamente como medio para lograr bienes materiales sino en una vida basada en el trabajo, el hombre, alcanzaba el ganarse un lugar en el más allá debido a su cumplimiento para con los suyos, es decir, cuan más grandiosa fuera la obra perpetrada por este y más altas fueran sus miras en el proceder, mayor impronta dejaba en los anales de la historia y este hecho alimentaba el espíritu comunitario a proceder de igual manera.
Las civilizaciones más bellas creadas por el hombre así establecieron este concepto de la vida el que sobreviviendo generación tras generación llegaron a un momento histórico en que un conjunto de ideas impulsadas por un ente destructor de pueblos y naciones lo abolió y sustituyó por otro.
De este modo la nueva mentalidad del hombre transformo a este un mero ser bípedo el que amparado en una materialización de la vida enfermiza, olvidaba su esencia y traicionaba a toda la “areté” de sus antepasados los que aceptando la verdadera máxime de sus vidas lucharon por la supervivencia del sentimiento comunal frente al individual.
Llegados a los días que por desgracia nos ha tocado vivir, es evidente que cada vez el mal es mayor y tan siquiera aquellos que debían establecer aquella “sociedad del bienestar” pueden actuar con claridad ante su infección interior.
Esta degeneración social conducida en su totalidad por estado y pueblo ha llegado a cierto paradoxismo tras ser proclamada la nueva propuesta gubernamental, pues los miembros del presente gobierno son incapaces de evitar el tratar los individuos como meros seres productivos en su conjunto, y los elementos humanos que forman este evitan a toda costa formar parte de tan esperpéntica medida pero únicamente manifestándose amparados en falsas conjeturas y erróneos conceptos.
Por lo tanto llegados a tan caótica situación y tras analizar todos los acontecimientos que han desembocado en la situación actual, un presenta no puede más que formular la siguiente idea como sanación para tan enfermiza situación; como miembro más de este “rebaño de ovejas” instigar a los mandatarios de la actual legislatura a prolongar la edad de jubilación quizá a los 110 años ( por establecer una fecha en la que la mayoría de la población difícilmente logrará cumplir) con el siguiente fin: alcanzar las expectativas de esta sociedad de hombres-masa, es decir, el vivir para producir bienes, así cuanto mayor sean los años de productividad global mayor será el número de esta y como segundo hecho inmediato más satisfactorio; evitar con esta medida un pago por jubilación, pues teniendo en cuenta el gasto que genera tal remuneración se podría asegurar la tan preciada “sociedad del bienestar”.
Los resultados de dichas pretensiones otorgaran indudablemente a la “casta política” las medidas necesarias para elaborar sus planes tan “justos” y “dignos” y al resto de la población la posibilidad de servir a una causa tan bella y placentera la que sin duda alguna cumpliría la máxime de sus vidas.
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